Aunque la ansiedad
a menudo va acompañada de síntomas físicos, como un corazón acelerado o nudos
en el estómago, lo que diferencia un ataque de pánico de otros síntomas de
ansiedad es la intensidad y la duración de los síntomas. Los ataques de pánico
típicamente alcanzan su nivel máximo de intensidad en 10 minutos o menos y
luego comienzan a disminuir.
Debido a la
intensidad de los síntomas y su tendencia a imitar a los de la enfermedad
cardíaca, problemas de tiroides, trastornos respiratorios y otras enfermedades,
las personas con trastorno de pánico suelen realizar muchas visitas a salas de
emergencia o consultorios médicos, convencidos de que tienen una amenaza para
la vida problema.
Los ataques de pánico
pueden ocurrir inesperadamente durante un estado de calma o ansiedad. Aunque
los ataques de pánico son una característica definitoria del trastorno de
pánico, no es raro que los individuos experimenten ataques de pánico en el
contexto de otros trastornos psicológicos.
Por ejemplo,
alguien con un trastorno de ansiedad social podría tener un ataque de pánico
antes de dar una charla en una conferencia y alguien con un trastorno obsesivo
compulsivo podría tener un ataque de pánico si se le impide participar en un
ritual o compulsión.
Los ataques de
pánico son extremadamente desagradables y pueden ser muy aterradores. Como
resultado, las personas que experimentan ataques de pánico repetidos a menudo
se preocupan mucho por tener otro ataque y pueden hacer cambios en su estilo de
vida para evitar tener ataques de pánico. Por ejemplo, evitar el ejercicio para
mantener baja su frecuencia cardíaca o evitar ciertos lugares que sientan que
pueden hacer que se encuentren propensos a sufrir de otro ataque de pánico por diferentes
circunstancias que han ido detectando con el paso del tiempo.